Desde aquí observo que todo se mueve, incluso yo a través de mis pensamientos, el único inerte es mi cuerpo que ha dejado que el alma se le desprenda para no hacerla sufrir más, y ella vaga y viaja buscando albergue, pero se da cuenta que en ningún otro lugar sufrió como aquí, y regresa a esperar el final. Dice que será leal hasta la muerte. Muerte que le dará libertad plena y que con certeza, la llevará a escoger un mejor cuerpo, menos castigado que éste, que hizo de todo para verla feliz.
Le he pedido perdón por haberla llevado, sin quererlo, al límite : Dejar que mi dolor físico la alcanzase y mis quejidos la torturasen. Navegar por el río más caudaloso del mundo por 3 días y medio, sin saber nadar. Dormir en una vereda mientras esperaba por el fin de un aburrido concierto. Consolar gente depresiva, siéndolo también. Cruzar en motocicleta a otro país sólo para tomar uno de los mejores cafés, en plena zona de narcoterrorismo. Pensar que antiguos amores curan dolores. No bañarme los domingos y feriados. Entre otras cosas que quedan entre ella y yo.
Ella me ha perdonado, dice que lo hizo cuando: Vimos morir a un árbol de viejo, sin ser talado, cayendo con toda dignidad. Jugamos con la arena blanca de espaldas al mar. Bailamos de madrugada en un parque, sin música y con 5 perros ladrando al rededor. Dimos todo sin recibir nada a cambio. Vimos a un picaflor bañarse. Pero sobretodo, por la fortaleza para recomenzar una y mil veces.
Y como en todas mis historias siempre tengo un final feliz, por lo menos en las que me invento, vamos a continuar juntos, cuerpo y alma. Sólo me ha pedido más días domingo para nuestra vida, que del resto de la semana ya tuvimos en demasía.
1 comentario:
exelente articulo eh me gusta, espero tener la oportunidad de compartir los mios tambien, saludos
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